¿Quién no escuchó alguna vez una mujer pidiendo ayuda? ¿Un grito desesperado en el silencio de la noche? ¿Un llanto de algún vecino?
¿Cuántas veces lo ignoramos por miedo, o por "no corresponder" involucrarnos en los problemas de otros?
Sinceramente creo que los casos de violencia de género son situaciones delicadas que requieren un trato especial y que no todos estamos dispuestos a ayudar, comprender e involucrarnos.
En el día a día, podemos toparnos con una situación de violencia familiar dentro de nuestro edificio, y ¿qué hacer entonces? ¿Ignorar? ¿Ayudar?
Creo que la convivencia diaria en un Consorcio, a veces, habilita involucrarse en una situación extrema como ésta. Haciendo una denuncia telefónicamente o simplemente, tocando la puerta de quien lo necesita y no puede pedir ayuda.
A veces las víctimas de violencia familiar no tienen el valor o coraje de pedir ayuda, están asustadas, temen las consecuencias y, por ende, son otros los que tienen que dar el primer paso.
La violencia de género impide un desarrollo normal, y no sólo de quien la padece, sino también de su entorno, de quienes indirectamente están involucrados y son espectadores.
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